lunes, 2 de abril de 2012

Un polvo para admirar


Cuando sale el tema de los mejores polvos que hemos echado, a mi mente siempre vuelve Roberto, un chico muy majo que se encontraba de paso por la ciudad. Siendo mono y con buen cuerpo, no tenía nada de especial, pero muchas veces no es solo cuestión de la persona, sino de la situación, del morbo del momento, y lo cierto es que a esta pocas le ganan.

Lo recuerdo todo como si fuera ayer, él recogiéndome en su coche en un parque cercano a mi casa. Ante la complicación de que ninguno teníamos sitio en aquel momento, el primer lugar que se me vino a la cabeza fue una arboleda un poco apartada de la ciudad, pero próxima a la zona de cruising. Tras aparcar, nada más apagar el motor comenzamos con los morreos y toqueteos de rigor, para poco a poco ir descubriendo lo que se encontraba debajo de nuestras ropas.
A mi que quereis que os diga, un coche para algunas cosas está bien (como para desplazarse y eso), pero para follar me resulta de lo más incómodo (salvo que sea descapotable, pero ese es asunto para otro post, no me lies que me voy del tema) por lo que viendo lo discreta que era la zona le propuse salir al exterior.


Él aceptó (igual el no ser de la ciudad le puso las cosas más fáciles), así que con los pantalones por los tobillos nos encaminamos a la parte delantera del coche. Allí seguimos dando rienda suelta a nuestra pasión, pasando de unas fugaces mamadas a tumbarlo sobre el todavía caliente capó del coche, boca abajo ofreciéndome su culo.
No dudé en comenzar a penetrarlo, suave en las primeras embestidas pero más fuerte en las sucesivas. Él lo estaba disfrutando, y así me lo hacía saber con sus gemidos, pero pidiéndome más con sus culeadas. Me había encontrado con un buen pasivo cañero, y sabía exactamente lo que tenía que hacer para darle su merecido: le agarré las manos y se las llevé a su espalda, para así con una mano poder controlar su libertad de movimiento y con la otra agarrar su cuello, o su pelo mientras le dedicaba al oído las frases que un cabrón como este quería escuchar, a la par que aceleraba el ritmo de mis clavadas.

Si ya la situación de por si me resultaba sumamente morbosa, el hecho de que comenzara a escuchar movimiento entre los matorrales que rodeaban el lugar donde nos encontrábamos hizo que mi excitación aumentase a límites que hasta el momento desconocía. Había alguien mirando, y probablemente masturbándose desde el anonimato que le confería su posición en las sombras, al ver la escena que estaba protagonizando, y eso me ponía todavía más cerdo.
En ese momento mi líbido se apoderó de mi y ya solo puedo recordar las descargas de placer que me produjo ese maravilloso culo.

Y hasta aquí uno de los mejores polvos que recuerdo. ¿Cómo han sido el vuestro? ¿Qué ha tenido de especial?

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