martes, 13 de marzo de 2012

Esteban, el loco amoroso, y el chico del piercing


 Semana de novedades. He conocido a un chico, he reactivado mis búsquedas en las páginas de perfiles y me estoy planteando dejar la ciudad y poner mi vida patas arriba.

El miércoles conocí a Esteban, un chico de 21 años con el que quedé para tomar café después de hablar la tarde anterior con él a través de una web de perfiles. Sí, he vuelto a las páginas de perfiles. Hace unos meses me borré todos porque quería ir a hierro con Fabio, pero como imaginaréis las cosas con él no están yendo precisamente rodadas así que me he auto-obligado a volver a los ruedos mientras él se decide o se escapa para siempre de mi vida. Lo tengo enquistado, pero soy consciente de que tengo que moverme.

Así que, como decía, empecé a hablar por chat con Esteban y me pareció un chico muy majo, además de muy mono. No es que sea la belleza del siglo pero sí es muy del mi estilo, jovencito, delgadito y con cara de niño bueno. Y como ya no tengo ganas de relaciones eternas por internet que nunca llevan a ningún lado, le propuse de quedar a tomar algo y conocernos cara a cara directamente.

La cita no fue mal, pero Esteban me dio la impresión de ser un poco raro. Además de tener a veces una mirada un poco perturbada, me da la sensación de ser una persona a la que le han hecho bastante daño, como si fuese el típico que sufrió bullying en el instituto o que tiene un trauma así. Y que le hacen falta sesiones de psicólogo como el comer. Igual me equivoco. Además va de maduro por la vida, de haber ido y venido, pero se le nota que no. Lo que sí tengo claro, es que si yo estoy falto de cariño, él necesita dormir con un Lunni.

Durante el rato que estuvimos en la cafetería, además de mostrarse muy cariñoso y entregado, no paró de hablar. Todo el rato. Por un lado me dio la impresión de que se afanaba por rellenar el silencio incómodo, pero por otro lado también parecía que quería dárselas de interesante, y que no tiene normalmente quien le escuche y aprovechaba la ocasión para soltar lo indecible. Y yo soy muy de hablar y que no me dejen, o lo que es peor, que no me escuchen cuando lo hago, no me gusta demasiado. Pero en el fondo el chico es majo. Raro, pero majo.

Nos liamos allí cual quinceañeros (no había más gente en el sitio) y me dijo que le gustaba mucho, que le parecía guapo, que le gustan los chicos como yo… Y QUE LE RECORDABA A SU EX. En serio ¿por qué dices eso? El caso es que después de un buen rato con las tazas de café vacías dije que me iba porque había quedado para cenar con un amigo. Él se molestó un poco porque decía que quería cenar conmigo y yo le quité importancia haciéndome el lonchas.

Al día siguiente, me llamó. Me dijo de quedar ese mismo día. ¿TAN PRONTO? Me agobió un poco. Porque el chaval estaba encantado conmigo y a mí me parece mono y tal, pero tampoco me aporta mucho. Y sinceramente, el hecho de que le guste y que lo demuestre tan insistente y evidentemente le resta todo el interés. Seré masoca, pero me gusta que me lo pongan difícil. Como Fabio. Precisamente con Esteban me veo un poco reflejado. Sin llegar a sus cuotas de locura, sí que soy yo con Fabio el que pone siempre todas las facilidades, el que siempre está dispuesto a quedar y siempre tiene cosas amables que decirle. ¿Le producirá esa actitud mía el mismo rechazo que me produce a mí la de Esteban? ¿Es posible darle la vuelta?

Al grano, el jueves le di una excusa y no quedé con él. Me horrorizó sentir que tenía que darle explicaciones. No obstante, me supo un poco mal y pensé en llamarle al día siguiente por la tarde. Pero antes de hacerlo volvió a aparecer su nombre en mi móvil. Esteban llamando. ¡Uf! Todas las ganas de quedar volaron por la ventana. Pero intenté no dejarme llevar por el si-me-hace-caso-no-me-gusta y le dije que sí nos veríamos.

Quedamos en mi casa y estuvimos hablando un rato y viendo una peli en el sofá. Esta vez la conversación estuvo mucho más centrada en él. Si la otra vez hablaba demasiado en general y demasiado de sí mismo en particular, en la segunda cita sentí que mi vida le importaba tres carajos, que él lo único que quería/necesitaba era alguien a quien soltarle toda su mierda y le consolase/compadeciese. Mal vamos. Una actitud que contrasta con lo cariñoso que se puso viendo la peli. Se volvía todo el rato hacia mí, me cogía los brazos y se rodeaba con ellos, me besaba la mano, me hacía cosquillitas en el brazo, me apretaba, me olía (¡ME OLÍA!). Actitud de novios conociéndonos de dos días. 

¿Cuál es el problema? Pues que para todo hay unos tiempos y yo le veo que va muy deprisa. Y sobre todo que quiere algo a toda costa sin plantearse si hay una compatibilidad real o si se está dejando llevar por una ilusión. Sea como sea, yo ya corroboré en la segunda cita que no me gusta para nada serio (lo intuía en la primera pero le di una segunda oportunidad, generoso yo). Eso sí, también me percaté de lo buenísimo que está sin ropa. Y claro, uno no es de piedra, así que tendré que seguir con él para seguir disfrutando de su cuerpo. Hasta que todo me explote en la cara.

Todo esto en realidad me ha servido para dos cosas. Por un lado, ver la situación con Fabio desde un nuevo ángulo. Ahora me pongo más en sus zapatos. Y por otra parte, me he auto-impuesto la reinserción en la vida social-sentimental. Ya no voy a entrar en las páginas de perfiles solamente a buscar sexo, sino que estoy abierto a tener citas de café y conversación. Sé de antemano que nadie me va a maravillar, y que midiéndolos con el rasero de Fabio todos van a salir vergonzosamente derrotados, pero al menos no me voy a quedar en casa arrastrándome por las esquinas como alma en pena.

Por lo demás, el sábado salí de fiesta con Zeus y Naxo y lo pasamos muy bien. Bailamos mucho y, además, me enrollé con un chico en el baño. Una pequeña reina, nada especial. Pero hubo dos cosas reseñables. Nos liamos pero no pasó nada más ¿tenemos quince años otra vez? Yo ya no concibo enrollarse con alguien en una discoteca y que no se acabe en la cama. Y lo otro es que el chico en cuestión tenía un piercing en la lengua, y hasta ahora nunca lo había probado. Me gustó, más de lo que esperaba. Quiero volver a besar a un chico con piercing. A ver si en mis próximas citas encuentro uno. Y que no sea un loco, por favor.

Os iré informando de mis progresos en los ligues cibernéticos, porque el mundo perfiles da para hablar largo y tendido.

1 comentario:

Paco López dijo...

o pasas o lo de Fabio no losuperaras en la vidaaa! Chico,q hay muchos peces en el mar! X lo demas...me encanta como escribes...jeje y si, tienes q hacer una entrada de perfiles por que da para mucho ese mundo paralelo...jejej